Durante mucho tiempo, hemos asociado la vejez a una imagen bastante homogénea: personas mayores a las que les gusta la copla, la comida tradicional, que no manejan bien la tecnología, que juegan al dominó o al bingo, que no hablan mucho de sus emociones y que, en muchos casos, viven una vejez marcada por la tranquilidad de lo cotidiano y la invisibilidad.
Pero esa imagen está empezando a quedar atrás.
Y cuando tú y yo seamos mayores, la realidad será muy distinta.
Como psicóloga gerontóloga y como mujer que también transitará la vejez en unas décadas, me gusta imaginar (y anticipar) ese futuro. Porque el prototipo de persona mayor que conocimos ya no representa a las generaciones que vienen. Y eso nos obliga a cambiar la manera en la que cuidamos, acompañamos y diseñamos servicios y espacios para esta etapa vital.
La tecnología formará parte de la vida cotidiana de las personas mayores del futuro. Sabrán manejar redes sociales, aplicaciones de mensajería, gestiones bancarias online, herramientas de edición de vídeo o plataformas educativas. También estarán familiarizadas con la inteligencia artificial, los videojuegos o el uso del móvil como ventana al mundo.
Esto traerá grandes beneficios en términos de autonomía, estimulación y conexión con otras generaciones. Pero también nuevos desafíos: estafas digitales, dependencia tecnológica o aislamiento emocional detrás de una pantalla. La alfabetización digital no será ya una urgencia, sino parte de su identidad.
La próxima generación de personas mayores será diversa en todas las dimensiones. Habrá mujeres que amen a otras mujeres, hombres que transicionaron a edades avanzadas, personas que no se identifican con ningún género, y otras muchas formas de habitar el amor y el cuerpo.
Esto exige un cambio profundo en la forma de mirar, acompañar y respetar esta diversidad en los centros residenciales o en los programas de atención. Habrá que garantizar espacios seguros, libres de juicios, donde cada persona pueda ser quien es, también en la vejez.
Las personas mayores de hoy y del futuro tienen vidas profundamente singulares. Cada una con su recorrido, sus decisiones, sus heridas y sus logros. Lo que cambiará en los próximos años no es esa diversidad —que siempre ha existido—, sino el modo en que la sociedad la reconoce y la acoge.
Ya no podremos pensar la vejez como una etapa “uniforme”. Habrá personas mayores que hayan sido diseñadoras, activistas, tatuadoras, científicas, gamers, influencers, migrantes, cuidadoras o artistas digitales. No querrán ser tratadas como “todas iguales”, y con razón: sus trayectorias vitales marcarán lo que esperan del cuidado y del acompañamiento.
Cuidar bien será, también, conocer sus historias.
Durante décadas, muchas personas mayores llegaron a esa etapa sin apenas haber cultivado aficiones personales. El día a día estaba atravesado por el trabajo, la crianza, las labores del hogar y la supervivencia. El tiempo libre era escaso o inexistente.
Pero eso ha cambiado. Las generaciones que ahora tienen 40, 50 o 60 años han aprendido a dar valor a sus intereses, a reservar tiempo para sus pasiones y a construir identidad más allá de la productividad. Esas personas llegarán a la vejez con aficiones activas: pintura, escritura, música, jardinería, podcasting, costura creativa, fotografía, danza o videojuegos.
La idea de que “los mayores no tienen intereses” dejará de tener sentido. El ocio no será un entretenimiento pasivo, sino una fuente de sentido, identidad y bienestar.
Habremos aprendido a hablar de nuestras emociones, a pedir ayuda, a poner límites, a sanar heridas, a practicar el autocuidado. Muchas personas mayores del futuro habrán ido a terapia, habrán hecho procesos personales profundos, y tendrán herramientas emocionales valiosas.
La salud mental no será un tabú. Será parte de lo que se cuide, se sostenga y se proteja. Y las personas mayores no querrán solo que las “cuiden bien”, sino que las escuchen, las comprendan y las acompañen emocionalmente.
Olvidémonos de pensar que a todas las personas mayores les gusta la copla o la música tradicional. Habrá quienes prefieran el heavy metal, el reguetón, el jazz, el techno, la música clásica contemporánea o el new age. La banda sonora de la vejez será tan diversa como la vida que la precede.
Esto influye directamente en actividades, en espacios de disfrute, en la estimulación cognitiva, en las fiestas o rituales compartidos. También será clave para conectar con sus recuerdos, su identidad y su mundo interno.
La comida también será otra. Muchas personas mayores del futuro serán vegetarianas, veganas, flexitarianas, intolerantes al gluten o la lactosa. Habrán practicado el ayuno intermitente, estarán interesadas por la microbiota o habrán seguido una alimentación consciente.
La cocina en los centros y hogares tendrá que adaptarse no solo a necesidades médicas, sino a elecciones personales. La comida será también parte del bienestar emocional, del placer cotidiano y de la historia vital.
La espiritualidad seguirá existiendo, pero será menos religiosa en el sentido tradicional. Habrá quienes mediten, quienes hagan yoga, quienes sigan filosofías orientales o creen sus propios rituales. La conexión con el sentido de la vida seguirá siendo clave, pero se expresará de formas más diversas y personales.
Esto nos invita a generar espacios de silencio, de introspección, de expresión simbólica y también de escucha espiritual no dogmática.
Habrá una mayoría con estudios superiores, pero también con ganas de seguir aprendiendo. Harán cursos online, leerán blogs, escucharán podcasts, estudiarán historia del arte o aprenderán idiomas. La curiosidad seguirá viva, y será necesario ofrecer propuestas formativas acordes a sus intereses.
No todas las personas mayores querrán quedarse en casa. Muchas seguirán viajando, haciendo escapadas, senderismo, visitando amistades, disfrutando de la naturaleza. Las ganas de vivir experiencias no se apagarán con los años, y los servicios deberán facilitar esa movilidad física y emocional.
Las personas mayores del futuro tendrán archivos digitales de su vida: fotos, vídeos, notas de voz, posts en redes, podcasts, emails. La memoria no será solo lo que recuerdan, sino también lo que registraron. Y eso será un recurso terapéutico enorme para trabajar la reminiscencia, la identidad y los vínculos.
Ésta es la gran pregunta.
¿Estamos formando a los profesionales de hoy para acompañar esa diversidad de mañana?
Porque si no, nos encontraremos dentro de unos años con profesionales desbordados, que sigan trabajando con un modelo de persona mayor que ya no existe y centros, servicios y programas que no encajen con quienes lleguen a ellos.
Es tiempo de anticiparse. De imaginar. De crear hoy los espacios donde querremos vivir mañana.
Porque no se trata solo de que la vejez cambie.
Se trata de que también cambie la manera de cuidarla.
¿Y tú? ¿Cómo imaginas tu vejez?¿Te ves escuchando rock, haciendo yoga o escribiendo un blog desde tu residencia?
Te leo en comentarios. Porque este futuro lo construimos juntas. ✨
MISIÓN
Mi misión es difundir la metodología Montessori aplicada a las personas mayores para dar una calidad de vida basada en el respeto y la dignidad, y brindar una vida con sentido y propósito.
Creado con © systeme.io